El piloto que debió pagar por la grieta

  • Martes, 18 de Junio de 2019 | Deporte Local

POR EDUARDO N. CARBONI

El Gran Premio de la América del Sur de Turismo Carretera de 1948, conocido en su primera parte como La Buenos Aires-Caracas –la segunda era Lima-Buenos Aires, con lo que se desarrollaban dos carreras independientes– incluyó catorce etapas a lo largo de 9.579, 400 kilómetros.

La extenuante competencia, se disputó entre el 20 de octubre y el 8 de noviembre, tuvo 141 inscriptos de los cuales solo tres no se presentaron en la largada que se realizó, como era costumbre en cada Gran Premio de TC, frente a la sede del Automóvil Club Argentino.

El 27 de octubre, tras desandar 4.714 km de carrera y llegar a Lima, a la mayoría de los pilotos se les había terminado el dinero. Como completar el recorrido se les hacía imposible, varios propusieron que la carrera finalizara en Quito. Solo unos diez, los de primera línea, de los 66 que quedaban al llegar a la capital del Perú, contaban con los fondos suficientes como para llegar hasta Caracas.

Ante esta situación, el presidente argentino, Juan Domingo Perón, envió una muy fuerte suma de dinero argentino, que por aquel entonces valía en el exterior. 'Páguese a todos los pilotos intervinientes en este Gran Premio, todos los gastos, sin tener en cuenta la nacionalidad de cada uno', decía el telegrama enviado por el General.

Hasta ese punto de la carrera, ningún auto –salvo los hermanos Juan y Oscar Gálvez– llevaba inscripciones relacionadas con el gobierno argentino de entonces; a partir de la generosa ayuda, en casi la totalidad de los autos se podía leer 'Perón cumple, Evita dignifica' o publicidades similares.

Casi la totalidad significa todos los que quedaban en carrera menos uno. El juninense Eusebio Marcilla se negó a hacerlo por lo que sus amigos, desde nuestra vecina ciudad, juntaron fondos y se los enviaron a Lima para que pudiera completar la carrera.

Al llegar a Lima, los corredores se encontraron con que se estaba gestando un golpe de Estado, por esa razón, la organización de la carrera decidió largar la etapa Lima-Tumbes en horas de la noche.

Así se hizo y los competidores, más que largar la etapa, debieron abandonar casi clandestinamente Lima, en forma apresurada y sin poder descansar. De noche, eran las 4.30 de la madrugada, con una cerrada niebla y sin descansar, Fangio se desbarrancó en Hunchasco –unos 50 kilómetros después de Trujillo, Perú– y volcó, lo que ocasionó la muerte de su acompañante Daniel Urrutia. Además de otras heridas que no revistieron demasiada gravedad, Fangio sufrió una lesión cervical que le descubrieron recién en 1952, cuando tuvo el grave accidente de Monza que lo alejó de la Fórmula 1 hasta 1954.

Varios corredores que pasaron por el lugar no pudieron advertir el accidente, salvo Eusebio Marcilla, que detuvo su auto y junto a Oscar Gálvez, que se había ido a la banquina opuesta a la de Fangio en el mismo momento del accidente, fueron en auxilio del balcarceño y de Urrutia.

Marcilla y su acompañante Miguel Salem los cargaron en su auto y los llevaron a Trujillo para que le prestaran los primeros auxilios. El piloto juninense le dijo a Oscar Gálvez que continuara la carrera mientras él se hacía cargo de los accidentados.

Una vez que Fangio y Urrutia quedaron en manos de los médicos, Marcilla volvió al camino para seguir la carrera. Lo hizo en tan buena forma que finalizó la gran carrera a 12 minutos y 41 segundos del ganador, Domingo Marimón. Cuando auxilió a Fangio había terminado a 15 minutos del ganador de la etapa, Juan Gálvez. De no haberse detenido a prestar ayuda a los accidentados, Marcilla probablemente hubiese ganado la Buenos Aires-Caracas, cosa que jamás lamentó y le valió ser llamado El Caballero del Camino.

Pero aquella renuncia al dinero enviado por Perón y la consiguiente negativa a llevar en su auto propaganda política del gobierno argentino de ese entonces, le costó caro.

El pase de factura

El relator deportivo Luis Elías Sojit, juntos a sus hermanos Manuel –seudónimo Córner– y Boris, conocido como Míster, se ocuparon de parte de la venganza. Para muchos, Luis Elías Sojit fue un pionero de las transmisiones deportivas radiales, cuyo punto más alto fue la que hizo de la Buenos Aires-Caracas. Para varios otros, resultó ser un propagandista fanático de Perón, por decirlo de una manera elegante. Ambas cosas eran ciertas.

Cuando relataba carreras en las que competía Marcilla, Sojit se cuidaba especialmente de no mencionar al juninense por su nombre y apellido. Haciendo un alarde de alcahuetería extrema, se refería a Marcilla como el piloto del auto negro número tal o el Chevrolet de Junín.

El 14 de marzo de 1953, Marcilla lideraba la Vuelta de Santa Fe, con su Chevrolet que llevaba pintado el número 4. En la localidad de Recreo, en la intersección de las rutas nacional 11 y provincial 70, el Chevrolet negro se salió del camino y chocó lateralmente con una columna de hormigón.

'Veníamos realizando una excelente carrera. El coche respondía ampliamente. Unos 300 metros antes de llegar a la curva fatal, Eusebio puso un pie en el pedal del freno. Un poco preocupado, observé que el mismo se fue a la tabla, por lo que me di cuenta cabal de que los frenos no respondían. Íbamos a una velocidad de aproximadamente 178 kilómetros. De pronto, Eusebio se aferró al dominio del volante y procuró efectuar cambios. Escuchó unos ruidos raros en la caja, como si no engancharan y ante la posibilidad de hacer un desastre con el público que esperaba el paso de los corredores, hizo un viraje en forma magistral, proyectándose el coche en el aire con el resultado que todos conocen, al hacer impacto en la columna de cemento'. Las palabras son declaraciones de Miguel 'Turco' Salem, su acompañante, al diario La Verdad de Junín.

El piloto Jorge Orduna rescató a Marcilla del Chevrolet que había quedado abrazado a la columna y recorrió los 15 kilómetros que separaban al circuito del Hospital Iturraspe de Santa Fe, en el que Marcilla falleció a las 13.30 según el anuncio oficial, aunque lo más probable es que ya estuviera muerto al ingresar. Miguel Salem sufrió algunas heridas de poca consideración.

La historia parecía repetirse, esta vez con Marcilla el rol de auxiliado. Tras el accidente del juninense, Orduna quedaba en cabeza de la carrera, pero no dudó en priorizar la ayuda al colega accidentado. Siete meses después, en la IV Vuelta de Tandil, Orduna perdería la vida.

Haberse negado a llevar publicidad oficialista también le generó innumerables trabas para conseguir permisos para traer repuestos importados, lo que a otros pilotos no se les exigía. 'Eusebio conocía muy bien el exacto valor de la moneda. La consideraba una pieza útil únicamente para el comercio. Pero sucia y bastarda para manejar el pensamiento. Sus convicciones no tenían precio', dijo de él el periodista Alfredo Parga.

Afiliado a la UCR de Junín, algunos peronistas de aquel entonces lo definían como 'un contrera cuya participación en el automovilismo se la bancaban los responsables económicos del Partido Comunista Argentino'.

Para el otro lado de la grieta 'era el símbolo de una irreductible libertad de pensamiento y que era todo un ejemplo de respetable grandeza'.